miércoles, 25 de febrero de 2009

La enamorada de la bruma

Caminando por la vida sin un rumbo fijo ni estaciones de paso planificadas iba una muchacha de pies descalzos, cabellos mojados, mirada brillante y perdida, casi totalmente descreída del destino.
Caminaba y caminaba, sin mirar hacia atrás, muchas veces flotaba, algunas reptaba, otras levitaba, sin mirar siquiera alrededor y mucho menos a sí misma.
Iban pasando los años y se había vuelto tan estéril e intangible que no era capaz de percibir siquiera cómo la vida la había ido transformando.
Pies gastados, la vestimenta deshecha, los labios partidos por el sol, la piel reseca poor mismo sudor de haberse sometido tantas veces a situaciones límites sin siquiera haber medido las consecuencias.
A simple vista nada le importaba, o quizá una sola cosa que no cualquier mortal sería capaz de percibir... ella sólo caminaba.
Cierto día, que pintaba como cualquier otro, vio algo impactante a la distancia, algo desconocido pero con sabor a familiar, a ansiado.
La curiosidad y el espíritu de aventura la acercaban pero el miedo la arrojaba hacia atrás.
¿Cómo penetrar tremenda cortina?¿Cómo traspasar algo tan infinito?¿Cómo no dejarse envolver por esa magia perfumada, por ese olor a hogar, a agua dulce, a cielo estrellado?
Ella seguía caminando, ahora despacito, de a momentos se escapaba, de a ratitos "lo miraba". Le aterraba poder reflejarse en sus ojos sin sol, pero los buscaba, los quería negar pero los necesitaba.
La autosuficiencia se hacía añicos, la seguridad pedía a gritos una ambulancia, el temor se engrandecía pero ahora tenía refugio...
Ese cuerpo que no hacía otra cosa que caminar había vuelto a recordar tras ese inesperado encuentro, que también poseía un alma. Un alma con sueños, delirios, con sensaciones difíciles de precisar con palabras, con silencios, con imágenes, con suspiros contenidos.
Pero no todo es sencillo, sino supongo que no nos llamaría tanto la atención.
Acariciar la inmensidad de la bruma requiere un tremendo sacrificio, un universo de esmero para estos pies gastados, esta vestimenta deshecha, estos labios partidos por el sol, esta piel reseca por el mismo sudor de haberme sometido tantas veces a situaciones límites sin siquiera medir las consecuencias.
te preguntarás si me detuve, te responderé que en absoluto, que ahora más que nunca sigo caminando, más lento, más pausado, pero observándolo todo e impregnando mi retina de paisajes imborrables, bendiciendo los erroes porque me permiten crecer, agradeciendo los minutos, felicitándome por los aciertos y las conquistas, principalmente por no desfallecer nunca, pese a la adversidad, pese a mí misma...